La selección peruana consiguió un angustioso empate en la Bombonera que la dejó en zona de repechaje.
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Foto: Depor |
Escribe: Jonathan Caramantin (@RePiura)
Debo confesar que hoy fui el peor de los incrédulos, debo confesar que mi fe estuvo endeble. En síntesis, casi cruzo la linea del pecado: dudé de la aparición de Gallese como titular. Sí, de quien hizo que la frustración se apodere de los albicelestes que estaban en el gramado y también de los que gritaban desde la tribuna. Perdóname, San Pedro Gallese, por no creer en el milagro de tu recuperación.
Esta crónica tiene la introducción del arquero de Tiburones Rojos porque él es el principal artífice de que el arco peruano haya terminado intacto, ante una Argentina que se jugó su final , pero que todavía (para satisfacción nuestra) no logra esa cohesión de equipo que sí tienen los comandados por Ricardo Gareca.
La “Batalla de Buenos Aires” fue ruda, no apta para los que le temen al choque y en donde todos fueron los abanderados, ahora todos llevan la batuta.
Sufrimos vaya que sí, la primera media hora del primer tiempo, donde las arremetidas de Messi arrancaban con recorrido europeo, pero finalizaban con la actualidad de los gauchos; es decir, en solo un: "pasó muy cerca o, "que grande estuvo el arquero de ellos".
A pesar de las tantas incursiones en nuestra zona, sobrevivimos, incluso, tuvimos la gran chance de vulnerar el arco de Sergio Romero. A los 33 minutos Jefferson Farfán tuvo la oportunidad de consolidar su vuelta a la selección, pero el apuro del acompañante argentino hizo que el peruano la mande afuera. Fue la jugada más clara de Perú en el partido.
El corazón seguía con miedo a detenerse, ante los remates de larga distancia de Messi, sin embargo, el tiempo siguió su curso y para satisfacción nuestra terminamos la primera parte sin caídos y sin vulneraciones.
En el segundo tiempo Sampaoli decidió sacar a un inoperante Di María y mandó a la cancha a Emiliano Rigoni. Desde el arranque, el equipo dueño de casa mostró su decidía por romper la paridad, la agresividad era evidente, tanto así que en menos de dos minutos generó situaciones de gol de manera consecutiva. No obstante, ahí estuvo él, para poner el pecho, literalmente. Pedro Gallese se puso como meta recuperarse y jugar este partido, sabía que sus compañeros necesitaban de quien había sido el dueño del arco peruano en casi toda la Eliminatoria, y también sabía que si iban a sufrir envestidas él debía estar ahí para de una u otra forma detener los disparos.
Un tiro libre de Paolo Guerrero en el final del partido, casi nos hace estallar de felicidad y hubiera sido el perfecto complemento a una noche llena de palpitaciones anómalas.
La paridad nos ayuda a seguir conectados al sueño mundialista, a pesar de la combinación de resultados que se dieron. Se luchó por sumar y se cumplió. Los centenares de compatriotas que hicieron el Vía Crucis de Lima a Buenos Aires por bus, se lo agradecen. Hoy más que nunca la fe de ellos, en ustedes, ha sido ratificada. Nos espera otra batalla el día martes, pero esta vez será en territorio nacional.
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