En las calles argentinas, en los bares de Buenos Aires y en los barrios más recónditos de Rosario, hablar de la Selección Argentina era sinónimo de angustia. No había la calma ni la tranquilidad de otros años cuando la clasificación a un Mundial era el tema central.
Foto: Juez Central
Escribe: Roy Galdos
Todo se resumía en tres técnicos en una sola Eliminatoria, un equipo sin identidad de juego y, en el recuerdo fresco, tres empates consecutivos (Uruguay, Venezuela y Perú) que ponían a los albicelestes con la soga al cuello.
Sin embargo, apareció el criticado para apagar ese incendio de desasosiego. No había en el manual de Argentina un plan donde Lionel Messi no estuviera involucrado. Ni en el juego colectivo, ni, por supuesto, en la chispa individual salvadora. Él estaba ahí, presente en el papel de la posible salvación.
El inicio de la historia en Quito puso aún más complicada la situación para Argentina. Un pelotazo desprolijo de Pedro Pablo Velasco terminó en un rápido gol de Ecuador. Romario Ibarra apareció para, a los 40 segundos, dibujarle una sonrisa de timidez y confusión a Sergio ‘Chiquito’ Romero. Sí, un gol tempranero.
Pero, al actor principal de la noche no le importó eso. En respuesta, Argentina le agregó a su rápido dominio mucha verticalidad. A diferencia del partido contra Perú, Di María, Marcos Acuña y Eduardo Salvio hicieron los movimientos oportunos para encontrarse con Messi en más de una ocasión.
‘Lio’ encontró en las espaldas de Intriago y Orejuela un parque de diversiones para hacer de las suyas. Como si fuera un ‘flashback’ de su niñez cuando se escapaba para irse a jugar con sus amigos del barrio de Grandoli. Se sentía cómo en casa. Así llegó el empate.
Primero con un gran pase filtrado de Lucas Biglia. ‘El Pipa’ Benedetto no salió de la sintonía de sus compañeros e inició la triangulación con Messi y Di María. Esta vez, ‘El Fideo’ sí leyó el manual y se la devolvió a Lionel. Este solo punteó para cambiar la dirección del balón y rápidamente fue a recogerlo del arco de Máximo Banguera. Como diciendo “aquí estoy, sí se puede”. Y verdad que se podía.
Messi hizo gala –otra vez- de su facilidad para acelerar y desacelerar el juego a su antojo, y de ese modo, no dejarle tiempo a los defensores ecuatorianos para pensar. Ocho minutos después del gol del empate, el trio Messi/Benedetto/Di María triangularon nuevamente para desarticular aún más el desordenado bloque norteño. Tras ello ‘La Pulga’ cogió un mal despeje de Dario Aimar, y sin piedad, fusiló a Banguera. 1 – 2 con la firma imborrable del rosarino.
La clave del marcador, aparte de la presencia de Lionel, era la facilidad que Enzo Pérez y Lucas Biglia rompían, con pases filtrados, cualquier intento ecuatoriano de juntar sus líneas para trabar el juego. Como pocas veces, Messi encontró socios detrás de él.
Para el segundo tiempo, con el marcador a favor, Argentina dosificó su verticalidad y manejó con mayor paciencia cada balón en su poder. Siempre con Pérez, Biglia y Messi como gestores de la paz en el mediocampo. Aun así, los de Sampaoli se dieron un gusto más. Bueno, Messi les dio un gusto más.
Cuando ya se había cumplido la hora de partido, Messi se tomó un tiempo más para pasearse en ese parque de diversiones que había encontrado en el primer tiempo. Con el balón en los pies, ya habiendo roto esa supuesta línea de recuperación formada por Intriago y Orejuela, dibujó su propio camino para encontrar el espacio y definir sutilmente ante un impotente Banguera.
Terminó en el suelo, pero la alegría no se la quitaba nadie. Se paró y fue a celebrar con los suyos. Probablemente no se los dijo, pero esa imagen tranquilamente podría significar una cosa: “acá tienen el boleto, Rusia nos espera”.
Faltaba poco menos de media hora para el final del partido pero ya no había más vuelta que darle al asunto. Icardi, Fazio y Paredes ingresaron para darle frescura a un equipo que ya empezaba a sentir los estragos de la altura quiteña. Pero el marcador, a diferencia de lo que pasaba en Asunción, Lima y Sao Paulo, no se movió más.
Argentina encontró en Quito, gracias a Messi, la clasificación que durante los últimos meses parecía lejana. Porque ‘Lio’ en el Estadio Olímpico Atahualpa se sintió cómo en casa. Porque como dijo alguna vez Alejandro Sabella: “Messi es siempre un mensaje de esperanza”. La única que Argentina tenía.

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