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lunes, 13 de noviembre de 2017

Sufrir, aprender y crecer: Levantémonos siempre



Quisimos, lo buscamos, insistimos, la tuvimos, sufrimos, pero no pudimos. Nueva Zelanda fue una barrera que, en noventa minutos, aguantó lo suficiente como para sentir que su trabajo fue efectivo. Les bastó para incluso tomar aire y equiparar el trámite en los minutos finales.  El plan de Anthony Hudson, con matices durante el partido –porque ellos también sufrieron-, terminó complicándonos y pesando más que el de Ricardo Gareca. Quizás también porque este último no encontró cómo darle vuelta al incómodo andar que tenía el encuentro. 

Nosotros, claramente, no quedamos satisfechos con lo visto en el Westpac Stadium. No jugamos bien. Sin embargo, que el rendimiento y el resultado no haya sido el esperado no debe desenfocar la realidad: somos superiores y cerramos en casa. La clave está en que esa evidente superioridad se refleje en el resultado. En llaves como esta, que te dan un cupo al Mundial, no basta con generar y dominar el juego desde la posesión -Perú tuvo más el balón (62 %), pero eso no, al final de cuentas, no pesó a nuestro favor-; es necesario anotar.

Aquí algunos puntos que, creemos, debemos revisar para que el empate ante los ‘All Whites’ nos sirva para el partido en Lima:

UN EMPATE, UNA LECCIÓN: Haber empatado en Wellington, para algunos, parece ser un pecado. Como si al enterarnos de que jugaríamos el repechaje ante Nueva Zelanda ya nos hubiese dado la clasificación. Bueno pues, no fue así y quedó demostrado el viernes. Somos superiores, sí. Pero los partidos no solo hay que jugarlos, sino hay que ir entendiendo cada situación que se presenta durante el juego como un nuevo partido.

La selección peruana nunca deja de aprender y a través de ese aprendizaje crecer. Cada rival ha significado una oportunidad para que el equipo de Ricardo Gareca se conozca más a sí mismo. Y este último ante Nueva Zelanda no debe ser la excepción. Está claro que nos jugamos la clasificación al Mundial, y que eso supone ver las cosas de otra manera. Pero, si dejamos de vernos como una selección en crecimiento, cualquier resultado adverso o negativo nos será de escándalo al chocar con nuestras expectativas ilusorias.

La ansiedad por clasificar al Rusia 2018 no debe despegarnos de nuestra realidad. (Getty Images)

YA NOS CONOCEN: Definitivamente ya nos han tomado la mano. Quedó claro ante Colombia que si tapan o sacan del partido a determinados jugadores, el rendimiento de la selección peruana decae o se hace más predecible. La imagen de Yoshimar Yotún, fastidiado con la pelota, fue similar a cuando Abel Aguilar lo encimó en  Lima. Si el corazón de Perú, en este caso Yotún, está desconectado del partido, nuestro rival tiene mayor margen para leer nuestros movimientos.

Christian Cueva, por citar otro ejemplo, tampoco tuvo un buen partido. Logró asociarse, sí, pero no influyó en el juego como en otros partidos (y ya son varios). Eso se debe, de alguna manera, a que nuestra salida en el medio estuvo lejos de su mejor nivel. Por eso lo vimos retrocediendo demasiado, teniendo luego la obligación de hacer recorridos más largos hacia adelante. Y ahí, cuando intentaba desequilibrar, ya tenía a la muralla blanca encima. Ojo, eso no justifica que en algunas jugadas, sin presión, pudo resolver mejor.

Los equipos de fútbol funcionan como engranajes. Y la selección peruana sabe de eso porque el buen rendimiento de un jugador potencia el de otro. Pero también puede ocurrir lo contrario.

Conforme pasan los partidos, los rivales nos conocen más. Eso, evidentemente, pesa en nuestros jugadores más determinantes. (Getty Images)

NO SOLO ES CULPA DE LOS EXTREMOS: André Carrillo y Edison Flores, nuestros atacantes por las bandas ante Nueva Zelanda, han estado bajo la lupa tras el partido; principalmente ‘La Culebra’ por tener como principal virtud el desequilibrio en el uno contra uno.
Es innegable que el jugador del Watford, por segundo partido consecutivo con la selección, no ha rendido. Las veces que encaró a su marca terminó perdido en amagues y enganches intrascendentes, lo que finalmente lo obligó a retroceder el balón para reiniciar con la jugada. Asimismo, no tuvo la movilidad que se necesita ante un rival tan cerrado como Nueva Zelanda.
Bueno, en esos argumentos, hay uno que a muchos se les está escapando: el apoyo del lateral. Aldo Corzo no es un futbolista que se coma la banda, pero cumple su principal función como lateral derecho que es la de cerrar su zona. Sin embargo, André necesitaba más que un compañero con quien descargar. Necesita a alguien que se desmarque para generar superioridad tras la ruptura, que se mueva a su ritmo y que no solo se desprenda para ser una opción de pase.

André Carrillo no brilló ante Nueva Zelanda. Acá aguantando la marca de Michael McGlinchey (Getty Images) 

LO EXTRAÑAMOS: Es inevitable no mencionar la ausencia de Paolo Guerrero. Jefferson Farfán, quien reemplazó al delantero del Flamengo en el ataque peruano, no se sintió cómodo jugando en esa posición. En el Lokomotiv lo ha venido haciendo, pero en circunstancias distintas.

En Rusia, cuando juega como único punta, su equipo lo aprovecha a través de su capacidad para explotar los espacios gracias a su velocidad. Ante Nueva Zelanda no encontró esos espacios ya que el partido estaba para que Perú propusiera y, obviamente, eso favoreció a Nueva Zelanda.

Además, con Wiston Reid, Michael Boxal y Tommy Smith concentrados en desestabilizar a los delanteros; Jefferson tuvo que lidiar con una situación que no le gusta: friccionar. Él es un delantero que gana en velocidad, pique corto y desequilibrio. Fungió de apoyo al jugar de espaldas al arco, pero no siempre pudo liberarse de los tres centrales que lo tenían bien referenciado.

Jefferson Farfán no pudo suplir la ausencia de Paolo Guerrero porque las condiciones del partido no le permitieron explotar sus virtudes. (Getty Images)

PESÓ EL DESGASTE: Nueva Zelanda creció en el segundo tiempo. Primero porque dejamos que el ingreso de Chris Wood signifique para ellos más que un cambio. Desde que el delantero del Burnley pisó el gramado, rápidamente se conectó con lo que pedía el partido. El movimiento le funcionó a Anthony Hudson.

Segundo, porque –y sin ánimos de que suene como excusa-, la selección peruana ya no tenía las mismas piernas que al inicio del encuentro. Jugar con 10 jugadores (porque hasta Rodríguez y Ramos llegaron a pisar el círculo central) lejos del portero no es fácil: 1) Ante un contragolpe, hay demasiado espacio para que el rival te haga daño. 2) Jugar así supone un nivel de concentración muy alto, y eso, desgasta física y mentalmente.

Por eso Nueva Zelanda aprovechó la demora de Ricardo Gareca en hacer los cambios. El remate de Ryan Thomas fue la señal más clara de que los ‘All Whites’ habían equiparado el partido.

La selección peruana se resintió física y mentalmente en el segundo tiempo. Nueva Zelanda creció a partir de eso. (Getty Images)

RESPIREMOS, YA CASI ES MIÉRCOLES: Analizar lo que pasó en el Westpac Stadium también nos debe servir para mirar el partido en Lima con otros ojos. Ya conocemos al rival más allá de los videos; ya los vivimos y los sufrimos. Ahora toca encontrarle soluciones y respuestas a esas dudas que nos complicaron en Wellington.

Lo remarcamos nuevamente: somos superiores y podemos ganar; pero también somos Perú y no debemos dejar que nuestras virtudes distorsionen nuestros baches. 

Nadie dijo que sería fácil; ni el travesaño tras el testarazo de Diego Godín, ni el yerro de Leonel Justiniano con el arco vacío y ni el palo que le negó a Lionel Messi el 1 – 0 en La Bombonera. Nadie.


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